¡Esta es una revisión vieja del documento!
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Leila Guerriero
En los días buenos, que siempre son pocos, se obtiene el mismo tipo de placer –abstracto, geométrico– que se obtiene cuando se sueña con nadar en el aire: esa levedad porosa, esa libertad olímpica que sólo se experimenta haciendo lo imposible: cosas de superhéroe, lo que no se puede hacer. En los días malos, que son la mayor parte de los días, es una pelea contra el aire que falta, contra el viento que hace llorar los ojos, contra los músculos que duelen, contra el calor, contra el frío pero, sobre todo, contra la conciencia asesina de que falta mucho para volver a casa. Entonces, si lo bueno es tan escaso y lo malo es casi siempre, ¿por qué corro? Lo primero que pienso es que, para correr, hay un método. Y que ese método es sencillo y austero, y que eso me gusta: hacer algo poderoso para cuya ejecución no se necesita nada. Sólo el suelo firme bajo los pies. 1)